Cultura e Innovación

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Es sabido que la cultura de innovación no está difundia entre los empresarios. "Las empresas deben acostumbrarse a contratar doctores" dijo recientemente una autoridad del CONICET. Sin embargo, se intenta y espera que los empresarios se acostumbren a contratar científicos, pero paradójicamente, no se mentaliza a los científicos en formación a que planeen una carrera en una empresa privada. Toda la enseñanza de la ciencia está guiada a crear científicos que realizen investigación básica, mientras que no hay materias ni orientaciones pensadas para que el estudiante de ciencias adquiera herramientas que lo capaciten para realizar actividades de transferencia científica.
Son repetidas las quejas de los científicos acerca de que las empresas no tienen planes de I+D, pero luego son los primeros en presentar a la publicación de papers en Science o Nature como la meta más alta que un científico puede realizar. Esa es una concreta y urgente batalla cultural por dar. Por lo pronto, parece que hay algún movimiento en esa dirección.

 
Si se considera bueno que el Estado financie a las empresas para estimularlas y hacerlas competitivas ¿porque parte de ese financiamiento no podría ser la tecnología producida con medios públicos? El problema, claro, sería que ni las empresas lo considerarían un buen financiamiento, ni los investigadores lo verían como una real "investigación". El empresario sólo podría dar una lista de necesidades y sentarse a esperar que el científico las resuelva, y el investigador no tendría la libertad de "irse por las ramas" durante el desarrollo, y probablemente quede atrapado en una evaluación exitista acerca de los resultados de su investigación.

Ciencia, Política y Producción.

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No se invierte en ciencia por el mero hecho de querer conocer el mundo. Se lo hace porque hay sobrada evidencia histórica que un buen conocimiento del mundo es una herramienta que permite un mejor aprovechamiento de recursos, los que poseen semejante conocimiento han tenido una gran ventaja frente a sus competidores.
En el siglo XIX, David Ricardo señaló la existencia de ventajas comparativas: habia lugares que servían más que otros para producir ciertas cosas. Su consejo, es que cada lugar procediera según sus ventajas comparativas y luego buscase poner a buen precio su producto en el mercado. A Inglaterra, en el esquema ricardista, le tocó producir bienes industriales, al resto del mundo, materias primas. Y era lógico: en ese momento sólo Inglaterra poseía la capacidad tecnológica de producir industrialmente. Para Ricardo, era impensable que un negro africano, un asiático, un nativo o un mestizo americano aprendiera la ciencia necesaria para poder desarrollar las industrias. Eran considerados mentalmente inferiores e incapaces de aprender las sutilezas que la tecnología requería. Hoy sabemos que no es así.
En tiempos de Ricardo, el único valor que tenían las mercancías eran el que poseían al ser cosechadas, más el que se les agregaba en el proceso industrial. El valor, era principalmente algo naturalmente producido. Hoy sabemos que no es así. Edison, Ford, Bill Gates, Steve Jobs, son ejemplos de inventores, de creadores genuinos de valor (¿porqué todos son también ejemplos de capitalistas?). Cuando se inventa un producto como los que ellos hicieron, hay una creación artificial y objetiva de valor. Ese valor no es extraído de ningún lado, no procede de plusvalía alguna, no es transferencia de trabajo de una clase social a otra. Hay creación pura y dura de valor. Y no depende del lugar donde se viva. Se puede innovar tecnológicamente en una llanura húmeda apta para el cultivo, como en un área montañosa, como en un desierto. Ese valor depende de la capacidad de los recursos humanos, no de los naturales.
El objetivo de Ricardo era crear la mayor cantidad posible de valor, en su contexto era lógico que la forma de colocando la producción en la máxima sintonía con las ventajas naturales. Como el único valor que se poseía era el de la naturaleza, cuanto mas valor extraigamos de esta, mejor. Hoy en día, el grueso del valor no es el que proveiene de la naturaleza, es el que agregan los hombres. Sin embargo, la naturaleza, le da un cierto valor base a la materia prima: la soja, el azúcar, el limón son mejores si se cosechan en Argentina que en Brasil. El café es a la inversa. Pero puede ser que el valor base obtenido de producir a partir de esa ventaja natural, sea mucho menor que el producido artificialmente por algún proceso sin base alguna en una ventaja comparativa.

En resumen ¿para qué invertir en ciencia?. Para liberar a la producción de valor de sus límites naturales.

Experimentos mentales y demandas insatisfechas

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Los experimentos mentales, si están bien planteados, suelen aportar con notable elegancia y economía material, corroboraciones o refutaciones de teorías o conjeturas. Sin embargo, si están DEMASIADO bien planteados, terminan sustituir el contacto con la realidad reemplazándolo por algún tipo de razonamiento estándar y suelen predisponernos a no ver hechos que los refutan o muestran su insuficiencia (el famoso sesgo de confirmación).
La idea de que la librecompetencia es la mejor situación para producir y progresar suele hechar mano a ese tipo de experimentos mentales MUY bien planteados y lógicamente consistentes: si no regulamos nada, cada uno buscará lo mejor para sí. Con cada persona proponiendo y haciendo las suyas, las ideas mejores vencerán a las que no sean lo suficientemente adecuadas a la realidad y así tendremos la imposición de las formas de planificar más óptimas. En particular, el libre juego de la oferta y la demanda hará que las necesidades se satisfagan con calidad creciente y de manera eficaz: si algo sube de precio, es porque se demanda. Entonces personas atraídas por la ganancia que puedan obtener, producirán y ofrecerán esos productos y al mismo tiempo competirán en precio y calidad para ser preferidos por los consumidores. Todo este círculo virtuoso es obstruído si se establecen precios máximos, o mínimos o sólo se permite la puesta en el mercado de cierta cantidad limitada de stock. Así se critica toda regulación que pueda surgir, incluso aquella que esté propuesta con intenciones de una mejor satisfacción de la demanda.
Es interesante ver un contraejemplo a esto: el mercado laboral de los ingenieros actual. Aquí puede verse que el ejemplo de un mercado desregulado. La situación es que no hay ingenieros suficientes y que las empresas pelean por ellos. Por cuestiones gremiales hay sueldos mínimos, pero los sueldos ofrecidos por las empresas superan esos mínimos tan holgadamente que la regulación salarial no afecta al mercado. Frente a este panorama de escasez profesional, las empresas llegan a contratar estudiantes sin que terminen sus carreras. Y una vez trabajando, lo más probable es que el joven abandone sus estudios. De esta manera obtienen el personal necesitado pero al costo de una capacitación más limitada... en contra de lo pronosticado en la teoría, la librecompetencia entre las empresas por contratar ingenieros ¡termina por deprimir la calidad y cantidad de la oferta! En definitiva, la desregulación no muestra como pueda superarse esta situación en la que sobra conocimiento pero faltan conocedores.
Frente a esto, uno se pregunta si realmente algun tipo de regulación sería tan ineficiente como el experimento mental librecambista predice y condena.

Todo lo anterior vino al respecto de esta nota que había leído hace poco. Más links pueden encontrarse aquí.

Armonías

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Muchas veces se habla de armonizar la Religión y la Ciencia, limar asperezas, que los religiosos aprendan un poco de ciencia y que luego la evalúen a la luz de sus creencias y en última instancia, flexibilizar un poco estas últimas a fin de no entrar en contradicción (al menos no directa) con los resultados científicos. Es claro que este enfoque no es sino defensivo: es la Religión la que debe amoldarse a la Ciencia... De forma análoga se habla de armonizar la Religión con la Democracia, o la Religion con los DDHH, o con el movimiento político de turno. Lo cual no deja de ser gracioso (aunque si es entendible ya que todo esto es reclamado por diferentes personas): la Religión no puede ser armonizada con la Ciencia, la Democracia y los DDHH simultáneamente por la sencilla razón de que estos se oponen entre sí: la actividad Científica genera inequívocamente una élite y suele dar lugar (si no se vigila) a la tecnocracia, mientras que el método empírico socaba todo derecho posible (¿alguien ha visto un fundamento material al derecho a la vivienda?¿alguien puede medir el derecho a la autodeterminación individual?). De forma análoga, en pos de la Democracia se suele reprimir investigaciones científicas ligadas a temas como la inteligencia y el color de piel, clonaciones humanas, o la politización de alguna investigación (es patente el caso del IPC) hace que se descuide la faceta metodológica que sustenta los resultados... En resumen la Religión puede compatibilizarse (o mejor dicho, amoldarse) hacia el lado de la Ciencia o de la Democracia o la Política de turno, pero no puede hacerlo simultáneamente.

Soliloquio

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SOLILOQUIO DE HAMLET

SER O NO SER: no es un dilema sino una tautología. A mí no me interesan los enunciados vacíos. Lo que yo quiero saber es la verdad de un enunciado sintético: lo que yo quiero saber es si seré, esto es, si tendré valor para vengar a mi padre.
¿Porqué necesito valor? En verdad, el esposo de mi madre, el rey, es un hombre poderoso y yo arriesgaré mi vida. Pero si puedo convencer a todos de que él asesinó a mi padre, todos estarán conmigo. Si puedo convencer a todos de algo que es tan claro para mí.
¿Porqué es claro? Tengo buena evidencia. El fantasma fue muy concluyente en sus argumentos. Pero es sólo un fantasma. ¿Existe? Es cosa que no podría preguntarle. Quizás lo soñé. Pero hay otra evidencia. Ese hombre tenía un motivo para matar a mi padre. ¡Qué oportunidad de convertirse en rey de Dinamarca! Y el apresuramiento con que mi madre se casó con él. Mi padre había sido siempre un hombre saludable. He aquí un buen testimonio indirecto.
Pero he ahí: nada más que un testimonio indirecto. ¿Puedo creer lo que sólo es probable? Es aquí donde me falta el valor. No es que me atemorice el presente rey; de lo que tengo miedo es de hacer algo fundándome en una pura probabilidad. El lógico me dice que una probabilidad no tiene sentido para un solo caso. ¿Cómo puedo entonces obrar en este caso? He ahí lo que pasa cuando se pregunta al lógico. El matiz propio de la resolución pierde su color con el pálido velo del pensamiento. Pero ¿y si empiezo a pensar después de mi acto y encuentro que no debía haberlo hecho?
¿Es tan malo el lógico? Me dice que si algo es probable puedo convertirlo en supuesto y obrar como si fuera verdad. Al hacerlo estaré en lo cierto en la mayor parte de los casos. Pero ¿estaré en lo cierto en este caso? No hay respuesta. El lógico dice: "Obra. Estarás en lo cierto en el mayor número de casos."
Veo una solución. Haré más concluyente la evidencia. Realmente es una buena idea: esa representación que voy a poner. Será un experimento decisivo. Si lo asesinaron, no podrá ocultar sus emociones. Eso es buena psicología. Si la prueba resulta ser positiva, sabré todo lo que ha sucedido. ¿Os dais cuenta de lo que quiero decir? Hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que has soñado en tu filosofía, mi querido lógico.
¿Lo sabré con toda certeza? Veo tu sonrisa irónica. La certeza no existe. La probabilidad aumentará y mi supuesto tendrá más valor. Puedo contar con un porcentaje mayor de resultados correctos. Eso es todo lo que puedo alcanzar. No puedo dejar de plantear un supuesto. Yo quiero certeza, pero todo lo que el lógico tiene que darme es el consejo de construir supuestos.
Heme aquí, el eterno Hamlet. ¿De qué me sirve preguntar al lógico, si todo lo que él me dice es que haga hipótesis? Su consejo confirma mi duda en lugar de darme el valor que necesito para obrar. La lógica no se ha hecho para mí. Es necesario tener más valor que Hamlet para ser siempre guiado por la lógica.


Hans Reichenbach.
La Filosofía Científica. México, Fondo de Cultura Económica, 1967, segunda edición, cap XV.

Cómo y Porqué

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Cuando un científico quiere explicar un hecho, busca su porqué; luego sistematiza la respuesta en términos de causa y efecto, o en términos de una mejor descripción del hecho. Kepler respondió a la pregunta por la trayectoria de los planetas describiendo con una elipse sus órbitas; Galileo hizo lo suyo al explicar cómo la trayectoria de las balas de cañón eran descriptible con una parábola; Lavoisier mostró la presencia de oxígeno como la causa de las combustiones; Darwin señaló cómo la selección natural daba lugar al cambio en las especies; etc. Lo que se suele criticar de las explicaciones científicas es que responden a cómo suceden los hechos pero no a su porqué. Luego declaran que el porqué de las cosas está fuera del alcance de la Ciencia, y que esa es una cuestión que deben responder la Moral, la Religión o la Doctrina de turno. Podemos coincidir con la primera crítica: las explicaciones científicas se sistematizan y responden en términos de cómo ocurre y se desarrolla un determinado hecho. Pero en cuanto a la segunda crítica, debemos cuestionar firmemente la diferencia entre un "cómo" y un "porqué". Intuitivamente pareciera que el "cómo" exige una descripción como respuesta, mientras que el "porqué" sólo se satisface señalando alguna "intención" o fin último del objeto o evento a explicar. Pero las intenciones no son un objeto físico. Al preguntar "porqué" en vez de "cómo", lo que hacemos es dar lugar a formas instintivas de pensamiento, formas de pensamiento consistentes en dotar a la naturaleza, los objetos y los hechos de personalidad, carácter e intención. Y este enfoque antropocéntrico, es una de las cosas de las cuales el pensamiento científico intenta liberarse. Pero la ciencia la hacen los hombre, por lo que esta liberación no es del todo posible, no existe nada parecido a un método fijo para evaluar la mentalidad con la que se plantean teorías. Pero una forma de lograr parcialmente este objetivo, es responder "cómo" y desdeñar, aún cuando el sentido común nos regaña, los "porqué". Y funciona.

Nota: sospecho que quizás, el hábito de preguntarse "porqué" en vez de "cómo" constituya un real obstáculo epistemológico.

Biología y Belleza

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Hay dos opiniones comunes acerca de la estética, el arte y la belleza: la primera sostiene que realmente existe la belleza, y que las obras de arte pueden ser objetivamente valoradas según cuan bellas sean. La segunda supone que la belleza es algo cultural, relativo y que el estatus estético de una obra de arte está reducido al juicio de la sociedad (o sus líderes)... la primera lleva al autoritarismo estético y esencialista: sólo aquellos que han pasado mucho tiempo dedicados a la crítica pueden acceder a la experiencia contenida en la obra, sino percibimos la belleza, es porque no hemos llegado al nivel necesario... la segunda, al afirmar un "todo vale", explica todo pero no afirma nada, no permite explicar las diferencias en la percepción, el estatus subjetivo de una obra, la evolución de las corrientes artísticas, porqué siempre hay algo llamado arte...

En los últimos años, aparece una tercera vía, pero exige considerar a la biología, los mapas genéticos, la historia natural... y con esas cosas no se puede chamuyar mucho sin quedar en ridículo, no se puede usar palabras como "atravesamiento", "significante", "interpretativo", "desconstrucción", etc. Suficiente razones para que los críticos de las Facultades de Arte y los relativistas de las Facultades de Ciencias Sociales ignoren esta vía.











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