No se invierte en ciencia
por el mero hecho de querer conocer el mundo. Se lo hace porque hay
sobrada evidencia histórica que un buen conocimiento del mundo es
una herramienta que permite un mejor aprovechamiento de recursos, los
que poseen semejante conocimiento han tenido una gran ventaja frente
a sus competidores.
En el siglo XIX, David
Ricardo señaló la existencia de ventajas comparativas: habia
lugares que servían más que otros para producir ciertas cosas.
Su consejo, es que cada lugar procediera según sus ventajas
comparativas y luego buscase poner a buen precio su producto en el
mercado. A Inglaterra, en el esquema ricardista, le tocó producir bienes
industriales, al resto del mundo, materias primas. Y era lógico: en
ese momento sólo Inglaterra poseía la capacidad tecnológica de
producir industrialmente. Para Ricardo, era impensable que un negro
africano, un asiático, un nativo o un mestizo americano aprendiera
la ciencia necesaria para poder desarrollar las industrias. Eran
considerados mentalmente inferiores e incapaces de aprender las
sutilezas que la tecnología requería. Hoy sabemos que no es así.
En tiempos de Ricardo, el
único valor que tenían las mercancías eran el que poseían al ser
cosechadas, más el que se les agregaba en el proceso industrial. El
valor, era principalmente algo naturalmente producido. Hoy sabemos
que no es así. Edison, Ford, Bill Gates, Steve Jobs, son ejemplos de
inventores, de creadores genuinos de valor (¿porqué todos son
también ejemplos de capitalistas?). Cuando se inventa un producto
como los que ellos hicieron, hay una creación artificial y objetiva
de valor. Ese valor no es extraído de ningún lado, no procede de
plusvalía alguna, no es transferencia de trabajo de una clase
social a otra. Hay creación pura y dura de valor. Y no depende del
lugar donde se viva. Se puede innovar tecnológicamente en una
llanura húmeda apta para el cultivo, como en un área montañosa,
como en un desierto. Ese valor depende de la capacidad de los
recursos humanos, no de los naturales.
El objetivo de Ricardo
era crear la mayor cantidad posible de valor, en su contexto era
lógico que la forma de colocando la producción en la máxima
sintonía con las ventajas naturales. Como el único valor que se
poseía era el de la naturaleza, cuanto mas valor extraigamos de
esta, mejor. Hoy en día, el grueso del valor no es el que proveiene
de la naturaleza, es el que agregan los hombres. Sin embargo, la
naturaleza, le da un cierto valor base a la materia prima: la soja,
el azúcar, el limón son mejores si se cosechan en Argentina que en
Brasil. El café es a la inversa. Pero puede ser que el valor base
obtenido de producir a partir de esa ventaja natural, sea mucho menor
que el producido artificialmente por algún proceso sin base alguna en una ventaja comparativa.
En resumen ¿para qué invertir en ciencia?. Para liberar a la producción de valor de sus límites naturales.
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